jueves, 15 de septiembre de 2016

Maratón Canfranc-Canfranc 2016

Tenía dudas. Muchas dudas. Leí y escuché tantas veces que es uno de los maratones de montaña más duros, o el más duro, que casi llegué a abandonar antes siquiera de viajar a Canfranc. Hace mes y medio no daba un duro por estar el 10 de septiembre a las 8 de la mañana en la salida. Tras el maratón de Madrid había perdido mucho la forma y la motivación. Las salidas a correr por la Sierra habían sida escasas. Sin embargo, empecé a meter algo de más de regularidad en las salidas y el verano me facilitó subir varias veces seguidas al monte por el Guadarrama y Somiedo. La decisión final de ir a por la carrera la tomé gracias a Klaus y mi hermano Sergio, que me animaron a intentarlo. Isela además me animó también a viajar y probar. Gracias!
Así que allí estaba al fin en la salida de Canfranc, con poco volumen de entrenamiento en las piernas, pero con mucha curiosidad por ese recorrido tan duro (veríamos si sólo sobre el papel).
La idea era acabar dentro de las 12 horas de control y sufrir lo menos posible, así había que tomarse la primera subida con calma tras salir de la impresionante estación de Canfranc: ascensión a la Moleta, primero en zigzag por bosque junto a una gran tubería de la hidroeléctrica y después, tras salir del bosque, subida a "cholón" hasta la cumbre. Toda la subida la hice con Ullé, parando a hacer alguna foto y manteniendo un ritmo constante sin excesos. Buenas sensaciones en este tramo, pero quedaba mucho. En la cima, alguna foto más. Estaba Sergio esperándome para ver qué tal iba. Todo bien, pero había que concentrarse en la bajada.
La primera bajada también con calma. Una zona espectacular de montaña, el Rincón de Samán y el Ibón del mismo nombre, que también dió para parar a echar fotos. Tras finalizar el terreno de bajada más pronunciado, tocaba correr y avanzar a mayor ritmo por el barranco de Izas. Ya se me hizo largo llegar al primer avituallamiento (km 18), con lo que quedaba por delante! Se notaba que el sol estaba ya más alto y que habíamos perdido mucha altura. Una parada a hidratar bien, a comer, con cuidado de meter sales. Los voluntarios muy atentos y simpáticos, en los tres avituallamientos igual, un diez. Me despido de Sergio, que había esperado para verme y ya no le vería más.
La siguiente subida era la de La Raca. Comencé con Ullé de nuevo, pero al poco tiempo ya empecé a perder ritmo y me quedé solo. No sé si había comido poco o si era sólo falta de entrenamiento, pero la subida al segundo pico del día se me hizo eterna y me desesperó ver cómo me alcanzaba gente que venía desde atrás. Aún estábamos en torno al km 20 y quedaba mucho. Son esos ratos malos cuando se te pasa por la cabeza abandonar. Sabía que la familia estaba arriba esperando y que el telesilla estaba en marcha, listo para escapar. Pero bueno, llegué arriba, aunque incluso con la cima a la vista y la familia animando había tenido que parar un par de veces porque iba fundido. Abrazos, besos, ánimos de Sara, Isela y las niñas, todo ayudó y mucho. Me quité algunas chinas que llevaba en las zapatillas, bebí, comí algo y me animé a seguir. Cambié el chip. Decidí ser conservador y hacer pocos alardes, guardar las pocas fuerzas que tenía, pero seguir moviéndome.
Bajada por una de las pistas de la estación de Astún, con las chicas animando desde el telesilla. Un lujo! Hasta me grabaron un vídeo desde las alturas donde se hace evidente que no bajo como Kilian jaja.
Cuando llegué a Astún de nuevo sensación calor, de nuevo había que correr. Y cómo me costaba. Me junté un tramo con un corredor que parecía francés y una chica vasca, pero me costaba mantener un ritmo corriendo. Después si fui con la chica hasta el avituallamiento, pero de nuevo fue un tramo pesado. Llegué al avituallamiento de Candanchú, segundo del día en el km 27 sólo con media hora sobre el cierre de control. Nunca había tenido que estar pendiente del cierre de control en una carrera, pero supongo que tiene que haber una primera vez para todo. Y pese a esa presión del horario, estaba ya convencido de que acabaría en tiempo. Me tomé un respiro en donde habían situado el avituallamiento y tras comer, beber y cargar agua...a seguir al lío.
El siguiente tramo, en subida se me volvió a atragantar. Pasé solo bastante rato, con dos o tres corredores a la vista por delante y otros tantos que me alcanzaron por detrás. Y se fueron. Lillo, compañero de la URJC y su compañero de ruta me alcanzaron en cada una de las subidas del día. Qué ritmo constante, qué envidia. En las bajadas les había alcanzado, eso sí. Tras mucha subido, por terreno técnico con tramos de roca, barrancos y cambios de dirección, llegamos a la Tuca Blanca, donde volvimos a terreno de la estación de Candanchú y bajamos hasta la base del Aspe, donde habían situado el último avituallamiento del día en el km 37 aproximadamente. El Aspe encima, un circo montañoso de impresión alrededor y...un tío haciendo huevos fritos en la base de vida! Impresionante! Un pasada. Paré un momento coincidiendo de nuevo con Lillo y su colega y otro par de corredores. Comí un huevo frito con pan pensando en las proteínas que necesitaría para la última bajada (y pensando en lo que me apetecía comer en condiciones!).
Vuelta a la ruta, esta vez había que seguir bajando. La bajada más complicada del día, sin mucho camino evidente y terreno donde era fácil hacerse daño. Por suerte lo salvé. Alcancé a un par de corredores casi abajo y fui con ellos hasta el Ibón de Tortiella (no recuerdo un Ibón, debe estar colmatado). En compañía inicié la última subida del día que llegaba hasta el collado de Estiviellas. La última ya. Un empujón y ya estaba, aunque fuera un empujón de casi dos horas más a meta. De nuevo la cuesta se me atragantó y los compañeros se me escaparon por delante. Pero bueno, ya me daba igual, la emoción de pensar que ya no se me escaparía la meta me alentaba.
Cómo me alegré de ver a los voluntarios del control en el Cdo. de Estiviellas. Me abrigué un poco, bebí, un par de fotos y "p'abajo"! Desde el primer momento me encontré bien en la bajada. Parecía que había ido guardando lo suficiente para que las piernas fueran bien este tramo. Supongo que los ratos que usé los bastones bajando debieron ayudar, pero para esta bajada los guardé en la mochila por primera vez.
Pero aún encontrándome más o menos bien, la bajada a Canfranc desde ese collado es una paliza auténtica. Crees que no te queda nada porque oyes la megafonía, pero es un zigzag continuo que no para. Me animé pensando que alcanzaría a alguien, porque además creía firmemente que iba el último (o casi). Primero alcancé a un chaval que hablaba inglés y sólo pudo decirme "Oh man, I'm done...". Iba fastidiado andando con los bastones. Después alcancé al compañero de la bajada anterior que iba también animado aunque a menor ritmo bajando que yo, pensando que ya entrábamos seguro en tiempo de control. Más abajo alcancé de nuevo a Lillo y su compi y nos dio tiempo a quejarnos de lo larga que se hacía la bajada. Un poco más tarde, llegamos por fin a Canfranc. Ahora ya podía correr, sabía lo que quedaba. Abrazo con Sergio, saludos a las chicas, entro en meta con Nerea de la mano. Felicidad.  Abrazos con Lillo y su compañero, con Sergio, Sara, Isela y las niñas.
Estas carreras son como vidas concentradas en unas pocas horas. Da tiempo a pensar mucho, da tiempo a sufrir, a disfrutar. Esta carrera me recordó que hay que perseverar, que incluso cuando las cosas no van bien hay que aguantar, porque a veces los planes salen bien, muy bien.
Al final entré en 11h 41min en el puesto 99 de 104 finalistas (además varios corredores llegaron a meta fuera de control).
El track aquí

1 comentario:

Raúl dijo...

Ese Txetxu! Ya ves un corredor de la cola del pelotón jaja